Ubicado en la majestuosa Sierra Madre Occidental, el ejido San Bernardino de Milpillas Chico no solo es un ejemplo de manejo forestal sostenible, sino también un testimonio de la capacidad de la comunidad indígena tepehuana (O’dam) para liderar proyectos que combinan tradición, conservación y desarrollo económico.

La comunidad tepehuana, profundamente conectada con la naturaleza, ha gestionado de manera ejemplar sus bosques a través de un manejo sustentable que ahora es referente nacional. Con una participación activa en la conservación, la comunidad ha logrado no solo proteger su territorio, sino también diversificar sus actividades económicas con iniciativas como ecoturismo, piscicultura y fabricación de productos de madera.

El “Cerro Gordo”, punto más alto del sur de Durango, no solo destaca por su biodiversidad, sino también como un lugar de importancia ceremonial para los tepehuanos, además de otras etnias como los coras y huicholes. Este vínculo cultural refuerza su compromiso con la preservación del ecosistema.

El ejido ha desarrollado un proyecto de créditos de carbono bajo el protocolo de Manejo Forestal Mejorado (IFM) del Climate Action Reserve (CAR). Este enfoque aprovecha la capacidad de los bosques para capturar y almacenar carbono, con actividades en 73,466 hectáreas de su vasta superficie de más de 153,000 hectáreas. Estas iniciativas están respaldadas por el Protocolo Forestal Mexicano (MFP), alineado con las leyes locales y los estándares internacionales.

Los bosques de pinos y encinos, característicos de esta región, albergan especies en riesgo como el jaguar, el guacamayo verde militar y el cedro blanco mexicano, contribuyendo significativamente a la biodiversidad global. Además, el área es parte de un hotspot de biodiversidad identificado por Conservation International, lo que refuerza su relevancia ecológica.

La comunidad de San Bernardino de Milpillas Chico ha ido más allá de los requisitos básicos, implementando actividades como reforestación con especies nativas, prevención de incendios forestales y construcción de diques filtrantes. Estas acciones no solo aumentan las reservas de carbono, sino que también generan beneficios directos para la comunidad, como empleos, mejora de la calidad de vida y preservación de su cultura.

Este proyecto es un claro ejemplo de cómo las comunidades indígenas pueden liderar iniciativas globales contra el cambio climático, combinando conocimiento ancestral con soluciones modernas. Al adquirir créditos de carbono generados por este proyecto, no solo se compensa la huella ambiental, sino que también se apoya el empoderamiento de una comunidad indígena comprometida con el equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad.

San Bernardino de Milpillas Chico demuestra que es posible proteger los bosques, impulsar economías locales y preservar tradiciones culturales, mientras se combate el cambio climático. Es un modelo a seguir para el resto del mundo.

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